BLASFEMIAS EN LA CATEDRAL
Homosexuales, piqueteros e izquierdistas realizaron el Sabado 1 de Noviembre ppdo. la "12va. marcha del orgullo gay" ("Clarín", 2/11/2003, pag. 53). Los manifestantes pintaron frases blasfemas, obscenas e injuriosas en el frente de la Catedral Metropolitana. Había policías que miraban la escena sin impedirlo y hasta un comisario Palliotta pretendió excusar a los homosexuales de ese atropello ("Clarín", ibidem). (Ese comisario tiene asegurada su carrera y tal vez por eso se atrevió a negar lo que es público y notorio. Sabe que es "politically correct" exaltar a los homosexuales e injuriar a la Santa Iglesia Católica).
Este hecho brutal, expresión de un desvío demoníaco, no ofende ni primero ni principalmente a un "monumento histórico nacional", ni al mausoleo del Gral. San Martín. Si hubiera sido esa la intención de los desaforados, hubieran pintado el Cabildo, la pirámide de Mayo y la estatua de Belgrano que se encuentran en la misma Plaza. La intención era atacar a la Iglesia porque Ella es maestra infalible de la moral, depositaria de la Revelación y Puerta del cielo. Habrá algunos, los peores, que intentaban inclusive profanar la Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo en el sagrario.
Lo que no toleran es que la Iglesia enseñe la verdad sobre la homsexualidad, aunque lo haga con las infinitas precauciones con que el clero lo hace últimamente, tal vez para no herir susceptibilidades o, (lo que sería deleznable) para no contradecir a la poderosa máquina publicitaria con que cuenta el movimiento homosexual en casi toda la prensa y en los círculos de poder.
Un poco esa es la mentalidad que inspiró el comunicado del encargado de prensa del Arzobispado, Padre Guillermo Marcó, pieza tímida, relativista y lamentable publicada al día siguiente del atentado.
Allî se queja de la "falta de respeto hacia un templo que, además de ser lugar de culto y pertenecer a los católicos, ha sido un testigo privilegiado de la historia de los argentinos, es Monumento Histórico Nacional y custodia los restos del Padre de la Patria" ("La Nacióm", 4/11/2003, pag. 10). Se duele porque deberá restaurarse "nuevamente" el edificio y pide comprensión para "nuestra doctrina acerca de las conductas sexuales (porque) lo hacemos en el marco de la verdad que creemos pero nunca fuera de una actitud de respeto y comprensión...Es de esperar, entonces, que en un país libre se pueda disentir en las ideas sin agraviar a las personas y a las instituciones que representan" ("La Nación" ibidem).
Hubiera sido mejor que el Padre Marcó no dijera nada antes que decir esto que dijo porque contiene varias negaciones como las de San Pedro en el Pretorio. Las negaciones, por implicancia, son éstas:
a) Una blasfemia que no se rechaza con santa indignación sino que "se lamenta", atenúa la gravedad de la injuria. Si alguien insulta a la madre del otro calificándola de prostituta irredimible y el otro se limita a "lamentar" los conceptos vertidos por el injuriante, esa tenue reacción podría implicar que el hijo no está muy seguro de la virtud de su madre.
b) El "lamento" por un atentado contra el templo que alberga la Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía que considera necesario silenciar esa divina presencia y se limita a invocar el monumento histórico y los restos de San Martín, equivale a un desconocimiento implícito de esa Presencia Real y a un respeto humano de mencionarla. En cierto modo, es una falta de fe en la Presencia Real. No tardará el día en que los homosexuales, piqueteros e izquierdistas se atrevan a penetrar en el templo, violenten el sagrario y profanen las Hostias tan tibiamente defendidas.
c) Ante el rechazo soberbio de los descreídos e inmorales de toda la doctrina moral de la Iglesia, limitarse a suplicar "comprensión" porque "lo hacemos en el marco de la verdad que creemos" equivale a decir que eso que decimos no es verdad sino que nos parece que es verdad y en ese caso los homosexuales pueden permitirse mostrar que a ellos no les parece y demostrarlo en la forma en que se les dé la gana. Y como en este mundo relativista la verdad no existe, hace las veces de "verdad" la opinión del más fuerte. En esa lógica disparatada es más "verdad" lo que sostienen los de la 12va. marcha del orgullo gay con sus blasfemias porque son mucho más fuertes que los "beatos" y clérigos que gastan las escaleras de la Catedral. Ellos se permiten blasfemar y restregarnos su blasfemia impune por las narices.
Vergüenza debería darnos a los católicos que estos desgraciados, inspirados seguramente por el demonio, puedan hacer esto y muchas otras cosas sin que tengan que temer nada de nuestra parte.
El título que le puso "La Nación" a la noticia de este comunicado del Padre Marcó es mejor que el comunicado: "Repudian el ataque a la Catedral". La palabra "repudio" no salió nunca de la tímida pluma eclesiástica... Inclusive el editorial de ese diario publicado el mismo día (4/11/2003 pag.14) es mucho mejor que el comunicado en cuestión, aunque, claro está, basado en el más puro relativismo.
Quiero terminar reafirmando que la enseñanza de la moral católica sobre el vicio contra natura es verdadera y no sólo tenemos el derecho sino el deber de decirla en todas partes, sin herir a las personas; que en la Sagrada Eucaristía está NSJesucristo realmente presente y que es a El a Quien estos blasfemos ofendieron en primer lugar y que merece ser desagraviado.
Además, permítame decirle, que esto se está poniendo feo, muy feo. ¿Se acuerda, estimado lector, cómo empezó la guerra civil española? Por si no se acuerda se lo digo: con blasfemias, profanaciones y asesinatos de sacerdotes, religiosos y católicos en general.
Cosme Beccar Varela
jueves, noviembre 13, 2003
Publicadas por Osvaldo Facundo Benitez Meabe a la/s 5:25 a.m.
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